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lunes, 21 de septiembre de 2009

Vientos Alisios





Vientos Alisios







Han sido necesarias 24 horas para que te recuerde,
tanto y tanto te he querido,

se han estropeado los ojos, los objetos, las señales
los separadores de los libros,
se han levantado en guardia las azucenas,
los gladiolos, los alhelíes,
las rosas y los geranios también,
parecía que los pájaros fueran inteligentes para herir
que los gatos se comieran el centeno y en realidad
no había pájaros
pero bajaban y bajaban
y no sé que hacían ellos entre mis piernas
y yo gritaba y gritaba y no los podía detener
y sus insensibilidades me destrozaban la cabeza,

y entonces pasé 24 horas odiando las canciones,
y cuando hablaba no decía nada y todo mentía,

no, no era exactamente así,
era un miedo a que desaparecieras y desapareciste y entonces
dejaron de ser dulces las equivocaciones
y se pusieron violentos los violines
y todo se peleaba con nada
y el vino tinto era la sal
y las copas de champagne no bailaban
y una trompeta apareció en el mediodía como un ángel envenenado
y el pan se apoderó de una sed surrealista
y entonces me encontré con aquella mujer

porque la veía sentada con su abrigo sin su abrigo,
con su mirada sin su mirada,
eran las doce y no eran las doce
y yo quise tocarla
pero faltaba yo,
o quizás fuera el tiempo o las gallinas
o me ingresaron en un lugar extraño
en el que no se sale nunca del sonido,






y después las palabras, la palabra, el trapo, los trapos,
artículos indolentes que amontonan las cosas,
que cuestionan los labios
y es que no es triste la tristeza,
no digo ni que sí ni que no,
pero es que no es triste la tristeza,
lo que es triste es la silla, la mesa, la ventana,
y entonces la tristeza también se va






¡Vientos Alisios!






Y después
24 horas,
quiero decir que no me viste,
no eras más que un fleco de tela cruzada
y todo fue tirado sin querer al naufragio
con ese mecanismo demacrado






y no sabría ni decirte quienes eran aquellos muñecos,
y entonces fue peor porque ganó la angustia,
cualquier filibustero lo podría entender,
y me marché por todas partes y luego fui geométrica
y mi corazón era un poema
y las cosas se amontonaban así
oliendo por todas partes a ganas de llorar,
tú, la calle,
tu horario,
tú pronombre,
tu yo,
el barril donde meto los lapiceros que no escriben,
los bolígrafos muertos,
mis gafas
y este soliloquio para peces.




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