Hoy importan sobre todo los relojes,
por eso es que va a ser muy difícil que no repita
canciones dirigidas a las estrellas,
hoy que los grandes cometas se parecen
a un tiempo real,
un asunto con el simbolismo de los meteoros,
o sea,
pétalos.
Algo que se refiere, sentimentalmente hablando,
a una cosa sombría.
Son los nombres que se callan.
He presenciado durante décadas y ciclones
las rotativas de los océanos,
el libre albedrío de la bondad del vagabundo,
el filo pobre de las letras
representando cosas ocultas,
yo y mi reloj
somos todos los mutilados.
A mediodía las tres marcan el hambre,
anochece y es verdad la ventana,
él atraco la ventana,
la insustancialidad de la ventana,
la claridad cuando existe creando así
la urgencia de la noche.
Yo y mi reloj, como pasó con el gato,
nos tragamos la noche,
escondemos la noche en nuestros ojos
y una canción para el olvido.
Son las sombras que se callan.
Yo con mis relojes de urgencia
sabemos que horadaremos la verdad,
pensamos continuamente y minuciosamente
en lo que de reloj significa
guardar indiferencia

y dormir
y dormir,
y dormir
con las manos vacías.
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