máquina AZUL
“Ay, como yo era joven y sin penas por la gracia de sus medios,
el tiempo me sostuvo verde y moribundo
aunque yo cantara en mis cadenas como el mar.”
-Dylan Thomas-
Madrid, Aquí Mismo
Entreno todo el día
para extraer tu corazón del fondo de un árbol,
entreno todo el día
para elevar tu corazón
a la velocidad de las ondas,
mi mano serena, pero temblando,
está quebrada por el impulso de lo alejado.
Yo entreno todo el día para sentir tu pelo
a una distancia irremediable,
yo soy tu propia mano
cuando la elevas para decirme adiós.
Y estoy pensando, no todo el día, pero ahora,
en no volver jamás a ser tu mano
ni usar tu corazón como aquel
que divulga una hoguera,
estoy creando debajo de las sábanas
la encarnación de lo ficticio,
estas sombras que llegan desde el páramo
y se destruyen
en las batallas
a corazón abierto.
Estoy estableciendo como verdad
el poderoso influjo de lo imposible,
quiero ser una historia y nada más.
Yo siento tu corazón hablar
en el latido de las espadas,
yo nunca quise otra cosa
que aquella irrealidad
que me hacía sangrar.
Y detesto mis venas
que no se comunican con tus oídos,
detesto la posibilidad del aire
de irradiar mis palabras
y lo cercano y lo tangible
que no sea tu cuerpo
acumulado por las frases de todos mis nervios
que no consiguen
invadir tu cerebro,
yo quiero atarme a tu corazón
hasta que no desee verte más.
Tengo de ti cada día
un sol extraplano,
una electricidad que la provoca el agua,
el coraje de amarte adentro de las estatuas
y mi piel
encendida
por lo invisible de tu piel.
Estandartes en humo al frente de esta patria,
el deseo
como arcángel terrible
poblando zonas vírgenes y globos azulados,
lo irremediable de mi mano
escribiendo desde Madrid.
Y mis lágrimas
que ya no ves
cuando cierras el mundo.